20 jul 2011

España, país de "culto".

28 de mayo de 2011.

Bien entrada la noche, un fatídico accidente en una carretera española acaba con la vida de un padre de familia y deja gravemente herido al conductor del otro automóvil que colisionó. El hombre que llevaba el volante del otro coche no era otro que José Ortega Cano, torero y "artista".
Mientras los médicos hacían todo lo posible para salvar al diestro, una investigación policial junto al Instituto Nacional de Toxicología concluyeron que el siniestro sucedió por culpa de Ortega Cano, quien conducía con una tasa de alcoholemia que triplicaba el límite permitido por Tráfico.
Tras una lenta recuperación, recibió el alta el día 11 de julio de este mismo año, físicamente afectado por el accidente. Al abandonar el hospital en silla de ruedas y acompañado por su familia, era recibido por una fanaticada entre vítores y hurras, mientras que el torero declaraba ante las cámaras que luchó contra el toro más difícil de su vida.

Desde aquí quiero hacer una denuncia hacia las gentes de mi tierra natal. Este suceso me demostró que, sin duda alguna, el pueblo español vive adorando a las figuras mediáticas. Ortega Cano, asesino de animales por profesión y en esta ocasión de personas, es adorado por ciertos medios de comunicación, incluyendo la televisión pública española, dejando atrás el accidente que el mismo provocó. Por lo visto, "nos" da igual que el hombre ya de por sí torture toros, "gran" e "ilustre" tradición nacional, sino que incluso no "nos" importa que haya matado a un pobre hombre. No sólo eso, incluso quienes lo defienden lo argumentan, entre otras cosas, con que el torero está también muy afectado psicológicamente por el accidente. Bien, ahora que estas personas me respondan: ¿Cómo debe encontrarse la familia del fallecido, sin recibir ninguna atención médica y psicológica, al ver que su propia tierra niega su existencia y apoyan a un asesino? ¿Cómo se sentirían si la persona que hubiese perdido la vida en la carretera hubiese sido un miembro de su familia? ¿Y si hubiese sido Ortega Cano el muerto? ¿Cómo habrían reaccionado ante la salida del otro del hospital en ese caso? Esto sólo es una pequeña prueba de conciencia, pero claro, apuesto que ninguno de ellos la tiene.

¿Palabras duras por mi parte? Quizá algunos las encuentren así, pero creo que el espectáculo que nos han ofrecido los "fanboys" del diestro es de lo más deplorable que he visto en mucho tiempo. Incluso el propio asesino tuvo los santos cojones de decir que era el toro más difícil de su vida... Ortega, no sé si querías dar lastima, pero, hijo mío, tú matas toros, no creo que sea el símil más adecuado.

Este pequeño análisis me lleva a dejar caer una pregunta: ¿Qué coño le pasa a este país? ¿Por qué idolatramos tanto a las imágenes públicas, sea un artista, un futbolista o el mismísimo Rey? (Que por cierto, yo no lo he elegido). Parece que retrocedemos a principios del siglo pasado, en el que tanto fascistas como comunistas dirigían sus países con puño de hierro y obligaban a la ciudadanía a adorarles como si se tratasen de un Dios. Hoy en día nadie nos pone un rifle en la sien para dar culto a algo o alguien, pero desgraciadamente, los "medios de comunicación" y la vasta y masificada opinión pública te convierten en un rojillo si no estás de acuerdo con el modelo político de tu país o en un malvado ateo si estás en contra de la mayor empresa de la humanidad.

Obviamente, no estoy por encima del bien y del mal como el superhombre de nuestro filósofo favorito, seguro que inconscientemente yo también padezco el mismo problema, para muestra el doble asesinato del luchador profesional Chris Benoit y mi tozudez en la inocencia del canadiense.

Para finalizar, tras este largo texto, os dejo una canción de los grandes Living Colour que trata este oscuro tema:

1 comentario:

Morglo dijo...

OE MAN KE HES UN TORELO